lunes, 25 de mayo de 2009

Capítulo I. “Mi Despertar”

*¿Quién Soy?
Súbitamente abrí los ojos, mientras de mi boca brotaban palabras sin sentido, una pregunta absurda tras otra confundían mi mente...
-¿Qué me pasa?...¿Dónde estoy?- grité, aferrada a una sola imagen, guiada por los múltiples intentos de recuerdos; llevé mi mano a la cabeza, seguí alegando entre pausas y desconciertos... –después del shock..., no recuerdo que pasó– esperé unos instantes a que las imágenes del pasado reafirmaran los hechos, consulté por segunda ocasión mi estado actual:
–¿Qué es esto?– insistí una y otra vez en voz alta, esperando a que alguien me contestara, al no conseguir respuesta pude, con mayor tranquilidad, frotar mis ojos que sentía arder sin razón, como en aquellas ocasiones en que uno despierta de una terrible pesadilla o tras recibir un fuerte golpe que nos ha hecho caer.
–¡Cuánta niebla!– dije con voz un tanto tranquila, pero con el sentir intranquilo de la ausencia ante mí... –¡No veo nada!– afirmé segura de lo que me ocurría... –¡Dios!– al fin, desahogué mis dudas con un grito conocido... –¡Qué frío!– el absurdo al fin me sorprendió, me envolví entre mis brazos, mientras sentía desfallecer mis huesos del frío y titiritar las palabras de mi boca –¡Vaya!– suspiré –No puedo sentir ni mis manos, ¡aquí hace mucho frío!...
Confundida, aterrada, helada y un tanto despreocupada, me puse en pie, comencé a caminar lentamente entre la bruma del ambiente y el espesor del aire al sin rumbo de ese lugar desconocido que aún me confundía; buscaba una exigua de cordura o quizás de ayuda, un confort para mi alma, un rezo para mi esperanza; pero mis bríos se vieron prontamente opacados por el incomprensible vacío existente a mi alrededor, al fin me detuve aturdida y un tanto preocupada.
–He caminado en este lugar del que sólo parece manar neblina, una niebla blanca, espesa, vacía; parece ese choque de agua en el que la caída provoca una leve espuma, aquel sin duda, sí, pero no es un simple choque de agua, es aún más grande, más grande que el experimentado en las cataratas del Niágara; son brotes de bruma tan abundantes e inmediatos que inundan el extraordinario espacio que me rodea, se parece al espacio que cubre el aire que nos impregna de vida...– me callé bruscamente, busqué el significado de mis palabras y traté de ahondar en la propuesta hecha en ese instante.

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El Puerto de la Eternidad

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