sábado, 27 de junio de 2009

¿Cuándo dejamos de ser?

– ¿Vida?– Me pregunté aturdida. – ¡Que concepto!– Me dije riendo. – ¿Qué será?... ¿Tengo a caso amnesia?– Interrogué otra vez insólita, alcé mi cara, cerré mis ojos tratando de no derramar ni una lágrima; busqué imaginar qué era lo que me estaba pasando; abrí nuevamente mis húmedas esmeraldas, sorprendida mientras pronunciaba algunas palabras y las lágrimas rodaban por mis mejillas, siendo estas, indicios de angustia y alegría.
– ¡Estoy soñando!– me quise afirmar… – ¿No es cierto?– Sonreí amargamente y lo acepté así.
Continué recorriendo aquel vacío inerte, tratando de buscar quien me reconfortara, cualquiera que entrara en mi sueño y me despertara en cualquier momento; estaba segura que eso era, un sueño, nada más.
Por más que traté, nada modificó la absurda realidad en la que estaba varada. Una realidad tan cierta, tan inverosímil, tan ajena; tres ideas de la realidad, que sólo me llevaban de la confusión a la verdad tajante que estaba viviendo y a su creencia absoluta.
– Este lugar tan lúgubre, vacío e incongruente sólo puede existir en tres partes –me dije eficazmente… – En mi mente, pero no es sólo mi imaginación; en mis sueños, pero siento que no estoy dormida; así que sólo me queda una opción, que no podría... no, no creo que sea... es imposible entonces yo estaría...
De pronto olvidé todo lo anterior y vino a mí una sola imagen, la imagen de lo que buscaba hoy en la mañana; así que, lo dije en voz alta para asegurarme de lo que había pasado –esta mañana,– empecé musitando –buscaba un escape, algo que me hiciera olvidar al..., el...
Trataba de explicarle a alguien más, pero nadie me escuchaba, igual que aquella mañana en que me sentí incomprendida, como lo hago ahora.
– ¡No es cierto!– Me grité, mientras reviví los quince minutos anteriores a mi despertar en este inexplicable lugar, la idea que cruzó por mi mente me dejó atónita, por lo que traté de asegurarme de lo contrario.
–Ese recuerdo no puede ser real – insistí – yo no pude..., no debí...
Un silencio enmudeció mi boca y por fin lo pronuncié…
–Entonces, estaría, estoy...
Mientras hablaba el celaje se fue disipando, al tiempo en que mi vista perdía nitidez, todo se veía borroso como un cuadro impresionista; poco a poco traté de enfocar mi perspectiva y me topé con algunas siluetas que aún no me daban referencia; como pasa con los cuadros surrealistas a simple vista, donde se pueden distinguir sólo los colores si no les prestamos la atención adecuada, pero que poco a poco se vuelven un mundo de fantasías dentro de lo común y realidades recurrentes en mundos irreales; hasta que al fin, pude aclarar mi visibilidad y observé objetos bien definidos frente a mí.
– ¿Qué es esto?– me pregunté estupefacta. – ¿Un árbol?– Era imposible, no lo podía creer; pero sí, era el árbol más hermoso que había visto hasta entonces, estaba lleno de vida, con un esplendor mágico y sutil.
–Un momento– mascullé al estar frente a esa atmósfera fascinante que enmarcaba la imagen de nuestros cimientos, de nuestras cosechas. Recordé entonces, que el árbol en todas las religiones y filosofías, nos remite tanto a la idea de las bases familiares y personales; como al entendimiento de la abundancia y el esfuerzo impregnado en nuestro camino, sí es que damos el suficiente tiempo, empeño y ahínco a nuestras metas; o a lo que son los nutrientes del objetivo mismo, de tal modo que veremos en él, el reflejo del brío constante implicado en nuestras vidas; es decir, el árbol denota la cosecha de toda inversión.
Me acerqué a él, levanté algo del suelo que había desprendido; me pregunté una vez más por lo que era, pues había visto caer una hoja del gran árbol, y al acercarme a ella parecía haber salido de la fantasía; era de color dorada con letras plateadas en relieve y mantenían la inscripción de un bello poema de alguien que, seguramente yo conocía con anterioridad...
– ¡Andrea!– suspiré –me es un tanto extraño encontrar ante mis ojos tus escritos, en un lugar que desconozco, frente a un árbol irreal, tallado en una hoja no más común que los cuentos que de niñas nos leían. Hermana, en este momento necesito tu hombro para reposar el cansancio que estas imágenes me refieren, necesito tu mano para sostenerme mientras levanto la hoja, necesito tus ojos y tu voz para leer tus palabras, aún cuando me decías que no leerías en público lo que con tanto esmero redactaste para alguien más. No sé porque estoy sola en este lugar, con un poema que me lleva a pensar y dilucidar lo que está pasando, sin que tú estés aquí para ayudarme a entenderlo…

“¿Cuándo Dejamos de Ser?”
Un sueño, una verdad, tal vez mentía o moría por hacerlo;
pero al hacerlo moría nuevamente, una y otra vez;
sin poder jamás realizar lo que quería, sin imaginar,
sin encontrar todo eso que significaba su vida;
nunca entendió que había algo que jamás conoció…
¡Su vida era en realidad una mentira!,
dependía siempre de la de alguien más,
desde hoy ya no era quien creyera...
¡Sólo significaba el recuerdo de un fantasma!,
de alguien que amó y que por desgracia la dejó,
simplemente, simbolizaba su ejemplo a seguir...
¡Ella, jamás Encontró su Realidad!

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El Puerto de la Eternidad

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